
Sus responsabilidades incluyen hacer las camas, limpiar la habitación y colocar la ropa de cama, toallas y artículos de tocador. La parte principal de su trabajo es la limpieza y orden de los dormitorios. Por la mañana, los asistentes recogen las llaves de las habitaciones. Tienen una hoja de trabajo donde se indica qué habitaciones tienen que preparar, y si es necesario hacer una limpieza completa o superficial. A continuación, aspiran el suelo, quitan el polvo y limpian el cuarto de baño.
Su objetivo es eliminar los restos de la muerte que deja un cuerpo tras haber sido víctima de un asesinato, un suicidio, un fallecimiento natural que ha caído en el laguna o el de los aquejados por el síndrome de Diógenes. Es un servicio ingrato, desconocido a la tiempo que imprescindible. Lo demandan los prole, que, al tiempo que tienen que asumir la pérdida, deben encargarse de dejar el escenario de la apocalipsis como una patena. Y, en estos casos, no se trata simplemente de eliminar polvo o de fregar suelos o azulejos, sino de combatir el hedor, retirar restos biológicos si los hay sangre, fluidos , así como exterminar bacterias y agentes patógenos.
En el mundo de Lucia Berlin esa percepción individual se basa en el misterio. Murió en el año empero sólo en la actualidad, su acción —exquisita, durísima y de enorme calidad— obtiene una merecida notoriedad. Antes de su reciente publicación —e inmediato éxito— muy poca gente conocía su nombradía, un fenómeno que convierte su fama en una rara sorpresa que nada sabe muy bien cómo. Su nombradía parece estar en todas partes: la mayoría de las críticas que consideran Manual para mujeres de la limpieza el mejor libro del