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'El beso de Dios': un atípico sobre el valor de la Eucaristía

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Dios aprovecha lo que tenemos en esta tierra para a través de ello entregarnos su amor. Los sacramentos son signo y simbolo del amor infinito de Dios El Sacramento nutre la vida sobrenatural, nos hace participes de la comunión con Dios: es la muestra de amor de Dios al hombre. Un beso puede ser algo muy sencillo, muy tranquilo, pero que evidentemente manifiesta el amor. Lo mismo sucede con el infinito amor de Dios que nos tiene a nosotros. Los sacramentos son ese beso, son esa rosa; son de alguna manera un modo privilegiado de cómo la naturaleza es asumida por Dios y se convierte en una mediación en la vida sobrenatural, cómo Dios aprovecha lo que tenemos en esta tierra para a través de ello entregarnos su amor. El pan nutre y también el sacramento lo hace pero en la vida sobrenatural; el pan hace entrar en comunión y también la comunión lo hace pero a través de la vida sobrenatural. Así, los sacramentos se convierten en un signo y un símbolo visible del amor infinito de Dios. De ahí que participar en la misa de los domingos tiene una importancia especial, porque de nuevo eso se convierte en un símbolo y un signo, así como lo era para los judíos el día de la sanación de las relaciones con Dios, también para nosotros lo es el domingo, es el día simbólico que utilizamos para referirnos al amor infinito de Dios. También te puede interesar.

Yo, un estudiante de Comunicación Audiovisual y de Actuación, venía de un edad vital oscuro; se habían juntado antecedentes difíciles que me habían doblado por la mitad. Estaba con una bache fuerte. Había perdido la esperanza y la alegría de vivir. Mi afectividad que estaba lleno de odio fue sanado y esas nubes negras se disiparon Pietro Ditano Cuando dudaba de la iglesia y del sacramento de la Eucaristía, leí abriendo el evangelio al azar: «El que me come mi carne y bebe mi matanza, habita en mí y yo en él» San Juan 6, Después de esto, comencé a ir a Culto diaria, por recomendación del sacerdote que me estaba preparando para la Acreditación, y experimenté una sanación brutal en 10 días. Volví a recuperar el sentido del humor, la esperanza En ese momento conocí a José Pedro Manglano —como él le llama, Josepe— y, de forma misteriosa, enseguida me involucró en el sueño de su vida con una confianza ciega.

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